martes, 4 de septiembre de 2012

“Raúl Sánchez agonizo 29 Días esposado a su cama en el Hospital Escuela de Corrientes.”

Esposado a una silla de caño negra (potro del suplicio), Sánchez esta desnudo, y ensangrentado. En la cámara de tortura de la Unidad 6 San Cayetano, solo hay trabajo para los verdugos y los demonios del hombre. Debajo de las penumbras, el techo se desploma en garrotazos. Un chorro de luz cae sobre el hombro del oficial justo sobre las estrellas que iluminan sus jinetas, y se dispara violencia y cobardía una vez más en ráfagas oscuras y golpeadoras. Blanco, luce su uniforme lleno de pertrechos, y mira a Leiva de reojo. Este lo mira a González que exhausto con los puños ensangrentados, jadea como los otros tantos de ese grupo Negro y satisfecho, por cumplir su trabajo. Domínguez esta sentado en su trono gris y mira sus perros devorar a puñetazos y garrotazos el inmóvil cuerpo de Sánchez. Pide un café, cruza las piernas y observa. La luz vuelve encendida con fuerza de los pálidos fluorescentes, y la masacre de un solo cuerpo es el trabajo de varios monstruos. La luz vuelve si, pero Sánchez se apaga lentamente. La soledad reina poco en la habitación. La muerte viene por Sánchez; desde el rincón mas alejado del patético cuadro. Y la voz del torturado dice su última palabra…“llévame”.