Hoy, en la provincia, al decir de los especialistas, la cárcel expresa un espacio de no derecho. Un ámbito donde rige un estado de excepción permanente, que lo excluye, en la práctica, del imperio de la ley.
Las emociones no solo se sienten, sino que también se huelen y por ello se contagian |
Estaba pensando en esta historia e iba aguzando mi nariz cuando, hace unos días, tuve la oportunidad de volver a visitar algunas unidades penales de mi provincia. Es muy curioso, pero el olfato es el primer sentido que detecta que te encuentras dentro de una institución penitenciaria. y mis recuerdos me llevan a repetir las sensaciones que se me agudizaban cuando al ingresar en las mañanas muy temprano a mi rutina diaria en la casa de piedra, sentía algo que, por aquel entonces , no sabia definir que era, el aire impenetrable , pesado ,cerrado , sensación que me llevaba a pedir la protección de Dios por algo que no sabia que era , hasta que recibía las novedades del día o de la noche . Es una sensación peculiar. Se dice que en las personas es la adrenalina -(y quizás sea el miedo) que hace transpirar y que en contacto con la estructura de la ropa y La poca ventilación aumenta la acumulación de olores corporales con los olores de comida y de los productos de limpieza... y no sé si el fracaso tendrá algún olor, pero, si lo tuviera también se encontraría mezclado con los demás. El fracaso se respira porque es lo que tienen en común la mayoría de las personas recluidas. Escuchando sus historias se descubre que son vidas destrozadas por la droga, marcadas por la pobreza, frustradas por una mala idea, un mal pensamiento, un mal día o una mala hora. El destino las ha maldecido, y ahora solo les queda esperar el tiempo que les queda.
En el terreno colectivo, la libertad y la justicia son los valores fundamentales que han orientado nuestra vida desde el tiempo de los clásicos. En nombre de la libertad y la justicia se han hecho las guerras, las revoluciones y los movimientos que han configurado las sociedades modernas. En el plano individual, quien tiene una deuda con la justicia debe pagarlo con su libertad
Vivir en la cárcel no es agradable, ni tampoco lo es acercarse a su realidad cotidiana. Las mujeres y los hombres que allí se encuentran arrastran vidas truncadas por un delito. Pero ellos no son las víctimas, aunque puedan parecerlo, y, por tanto, no es fácil ponerse en su lugar, ni vivir sus problemas como si fuesen nuestros. Al contrario: si están encerrados es porque tenemos asumido que es la mejor forma de proteger a los ciudadanos de la amenaza que representan. Esta seria la primera función social que debe cumplir la institución.
Pero si las cárceles solo estuviesen para eso, servirían de poco. Si hay que invertir esfuerzos y dinero es para lograr que la experiencia de reclusión sirva para la posterior reinserción de esas personas. La reinserción es posible y siempre será la mejor protección ciudadana. Para lograrla, hay que romper muchos tabús y muchos tópicos. Empezando por valorar de modo diferente a las personas que trabajan en las prisiones. Al visitar las unidades carcelarias de la provincia sorprende ver cómo los funcionarios conviven con los internos, cómo se mezclan con ellos y cómo, deben mantener un orden y un equilibrio. Como en todos los colectivos, hay gente de todo tipo, pero es injusto mantener los clichés de la época de la dictadura cuando los funcionarios eran uno de los máximos cuerpos represivos,-hoy en la actualidad. Se continua manteniendo una formación -policial – militarizada-es mas se ha visto reforzada convocando a personal militar para la formación de los aspirantes al ingreso al servicio penitenciario ,- de esta manera se estaría violando así con el cumplimiento de pactos internacionales de DDHH , adheridos y que en la provincia no se tiene en cuenta su cumplimiento .De esta manera Hacen un trabajo poco lucido. Esto explica la dificultad que tienen aún muchos educadores y funcionarios de cárceles para identificarse como tales cuando conocen a alguien. Habría que acabar con estos tabús y estigmas, porque si queremos mejorar la sociedad, no podemos olvidar las cárceles. Aunque pueda parecer utópico y ningún científico se haya entretenido en buscarla, estoy segura de que” la esperanza también tiene olor, y este es el mejor antídoto contra el miedo y el fracaso”.
Fuentes: Angelina Gonzalez